La nacra, Pinna nobilis, es una especie endémica y emblemática del Mediterráneo.
Es uno de los moluscos más grandes del mundo, puede llegar a 120 cm de longitud, y vivir unos 20 años, si bien algunos ejemplares especialmente longevos han sobrevivido hasta 50 años. Habita usualmente en zonas superficiales -entre los dos y sesenta metros de profundidad – sobre tierras arenosas, y tiene una gran capacidad de filtración de materia orgánica (por lo que ayuda a mantener las aguas más trasparentes en las zonas donde está presente) además de hacer posible, gracias a su estructura, que en él convivan más de ochenta especies diferentes. Por todo ello tiene un gran valor ecológico además de un alto valor cultural.
Durante casi dos mil años fue la principal fuente de “seda del mar”, un producto muy apreciado con el que se realizaban ropajes de todo tipo, de cuyo uso e importancia quedan registro en textos griegos, romanos, árabes e incluso chinos. En la costa española además se utilizó, también durante los 70s y 80s para fabricar ceniceros y otros elementos decorativos.
Es sin duda una especie emblemática mediterránea … que en menos de cinco años ha pasado a estar en peligro crítico de extinción.
Hasta el año 2016 esté particular molusco se podía encontrar en la mayor parte de la costa española, en muchas ocasiones entre praderas de posidonia, donde crecía protegido de las corrientes. Estaba sometido a presiones antrópicas que dañaban el ecosistema en los que se encontraba y dificultaban su buen estado ecológico: la pérdida de las praderas posidónicas, el garreo de las anclas, el aumento de los movimientos de agua asociados al incremento de movilidad marina, la contaminación marina y la recolección furtiva de individuos mantenían la población en un estado frágil.
No obstante, el año 2016 algo cambió radicalmente y se desencadenó una mortandad masiva que la ha hecho prácticamente desaparecer de nuestras costas en tan solo dos años con la excepción de dos zonas muy delimitadas en el Mar Menor (Murcia) y en el Delta del Ebro (Tarragona), además de haberse identificado media docena de ejemplares vivos en Baleares. Actualmente la situación en España puede aún ser peor, ya que existe una preocupación importante por la situación de la colonia del Mar Menor tras los últimos episodios de contaminación y el paso del DANA.
Y el problema no se ha limitado a nuestras fronteras, la mortandad ha continuado extendiéndose por todo el Mediterráneo, habiéndose identificado numerosas zonas (Francia, Italia, Grecia, Chipre, Turquía, Túnez y Marruecos principalmente) dónde han desaparecido todos o prácticamente todos los ejemplares, sólo quedan constancia de algunas comunidades en el Delta del Ródano y el Estaño de Thau (Francia), las zonas de Diana y Urbino pools (en Córcega), Venecia (Italia) y el Golfo interno de Kalloni (Grecia) todas ellas con algunas características ecológicas muy particulares que parece favorecer la resistencia a la mortandad general.
La situación es tan crítica que en 2019 la nacra se ha incorporado en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN bajo el estado de “peligro crítico” y tendencia de población decreciente, a un solo paso de la situación de “extinta en estado salvaje”, además de ya constar como especie vulnerable y protegida bajo el Annexo II de la Convención de Barcelona, del Anexo IV de la Directiva Habitats y en el catálogo de especies amenazadas español.
¿Qué ha causado este evento de mortalidad masiva? ¿Cómo se explica la expansión y rápida eclosión de la mortalidad? Todo apunta a que la presencia de patógenos, en particular la Haplosporidium pinnae, ha jugado un factor clave, si bien aún continúan las investigaciones al respecto y algunos estudios recientes apuntan también como un factor explicativo la presencia de Mycrobacterium sp o la posible combinación múltiple de patógenos simultáneos. En cuanto a su expansión todo señala que la difusión vía las corrientes de agua de los patógenos ha jugado un papel clave. Al tiempo que se ha identificado que los máximos niveles de mortalidad se producen cuando la temperatura supera los 13,5 grados y la salinidad se encuentra en el rango 36.5–39.7 psu.
Ante esta situación la comunidad científica se plantea si será posible evitar su extinción y proponen medidas. En España el gobierno español ha puesto en marcha un programa específico para tratar de salvar la especie. En primer lugar se trata de proteger el medio marino donde reside el animal, restringiendo o regulando ciertas actividades humanas que afectan al suelo marino (como el buceo o la navegación en estas zonas entre otras). También se contempla la delimitación y protección de estas las poblaciones, hechos que mejoran tanto la situación de la especie, así como la biodiversidad general de nuestras costas. Pero también se plantean actuaciones a nivel poblacional, tanto en el medio marino (in-situ), como fuera (ex-situ). En este último, alguna de las propuestas son el “rescate” de especímenes en centros especializados para evitar su contagio con los patógenos, o protocolos de mantenimiento de adultos, o programas de reproducción en cautividad, para la obtención de gametos. A nivel in-situ, se crea un programa de reclutamiento, con el soporte de otros colectores larvarios. De misma forma, se acompaña de un monitoreo o programa de gestión para asegurar la supervivencia de los individuos.
Algunas de estas medidas ya están implantadas, otras necesitan de más tiempo, sin embargo, la situación de este animal característico es muy crítica, en algunas zonas están al borde de la extinción regional. Por lo tanto, aún se necesita más acción y una rápida aplicación.
¿Podremos evitar la extinción en estado salvaje de esta especie, cómo se hizo con el lince ibérico en el ámbito terrestre, o veremos desaparecer de nuestras costas esta especie emblemática que durante miles de años nos ha acompañado? En pocos años sabremos la respuesta.